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LA NIÑA QUE PODÍA VOLAR:
Cuando era pequeño, tuve un amiga muy querida que siempre me decía que podía volar.
Todas las veces que nos encontrábamos para jugar, me contaba sus aventuras en los lugares a los que había ido volando.
Así, en las tardes de verano, nos sentábamos debajo de un árbol de manzanas y me decía: "Elías, ayer fui volando al desierto del Sahara y conocí a varios niños beduinos que jugaban con una rueda y una vara, y eran muy felices". Y yo le decía: "¿Si, amiga? ¡Cuéntame! "Y me narraba hermosas historias de los nuevos amigos que tenía en el desierto. En invierno, lanzaba pequeñas piedras a mi ventana y me llamaba, para decirme: "Elías, como aquí está haciendo mucho frío, ayer me fui volando a una isla tropical, donde se está calentito y el sol brilla durante muchas horas. Hay altas palmeras y playas de arenas blancas y el mar es azul turquesa. El paisaje es bellísimo y las personas son muy amables y divertidas". Con mucho entusiasmo le pedía que me contara esas aventuras y ella lo hacía tan bien, que si cerraba los ojos, casi podía sentir el aire marino soplar en mi rostro y el sol calentar mi piel.
Fue transcurriendo el tiempo y a nuestra cita diaria, siempre acudió mi amiga, la niña que podía volar, hasta el día en que cumplí doce años, cuando mi querida amiga me sorprendió con la noticia de que se marcharía volando a un lugar remoto, en el que permanecería por unos cuantos años, educándose y aprendiendo sobre el mundo y su gente.
Me dio cierto pesar, porque me había acostumbrado a los fantásticos relatos de mi amiga, luego de ir volando a tantos lugares; pero a la vez sentí alegría por ella, ya que se marchaba para progresar y crecer en conocimientos y en su formación.
No le vi más durante muchos años, pero ocurrió que, cuando obtuve mi licenciatura en letras, en la universidad, después de haber desbordado de satisfacción a mis padres; me senté bajo el viejo manzano y al recordar a mi querida amiga, ella apareció, en medio de mi ensoñación.
Estaba de vuelta, había regresado y me dijo que ya nunca más se iría, que siempre volaría conmigo. Su nombre es: IMAGINACIÓN y ahora me acompaña siempre en los vuelos que hago con ella en mis libros, porque ahora soy ESCRITOR. (ALEJ96 - 29/02/2016).
Cuando era pequeño, tuve un amiga muy querida que siempre me decía que podía volar.
Todas las veces que nos encontrábamos para jugar, me contaba sus aventuras en los lugares a los que había ido volando.
Así, en las tardes de verano, nos sentábamos debajo de un árbol de manzanas y me decía: "Elías, ayer fui volando al desierto del Sahara y conocí a varios niños beduinos que jugaban con una rueda y una vara, y eran muy felices". Y yo le decía: "¿Si, amiga? ¡Cuéntame! "Y me narraba hermosas historias de los nuevos amigos que tenía en el desierto. En invierno, lanzaba pequeñas piedras a mi ventana y me llamaba, para decirme: "Elías, como aquí está haciendo mucho frío, ayer me fui volando a una isla tropical, donde se está calentito y el sol brilla durante muchas horas. Hay altas palmeras y playas de arenas blancas y el mar es azul turquesa. El paisaje es bellísimo y las personas son muy amables y divertidas". Con mucho entusiasmo le pedía que me contara esas aventuras y ella lo hacía tan bien, que si cerraba los ojos, casi podía sentir el aire marino soplar en mi rostro y el sol calentar mi piel.
Fue transcurriendo el tiempo y a nuestra cita diaria, siempre acudió mi amiga, la niña que podía volar, hasta el día en que cumplí doce años, cuando mi querida amiga me sorprendió con la noticia de que se marcharía volando a un lugar remoto, en el que permanecería por unos cuantos años, educándose y aprendiendo sobre el mundo y su gente.
Me dio cierto pesar, porque me había acostumbrado a los fantásticos relatos de mi amiga, luego de ir volando a tantos lugares; pero a la vez sentí alegría por ella, ya que se marchaba para progresar y crecer en conocimientos y en su formación.
No le vi más durante muchos años, pero ocurrió que, cuando obtuve mi licenciatura en letras, en la universidad, después de haber desbordado de satisfacción a mis padres; me senté bajo el viejo manzano y al recordar a mi querida amiga, ella apareció, en medio de mi ensoñación.
Estaba de vuelta, había regresado y me dijo que ya nunca más se iría, que siempre volaría conmigo. Su nombre es: IMAGINACIÓN y ahora me acompaña siempre en los vuelos que hago con ella en mis libros, porque ahora soy ESCRITOR. (ALEJ96 - 29/02/2016).
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