Aquella noche mis hermanos y yo estábamos solos en casa. Mis padres habían ido a Madrid a la Ópera. No era una noche de tormenta. Era una noche calurosa y tranquila. Todavía no existían ni inernet ni los teléfonos móviles, así que nos pusimos a ver la tele. La primera cosa rara fue que en todas las cadenas estaban echando la misma película, una titulada: "El Anciano de la oscuridad". De repente, la película, que hasta entonces había sido en blanco y negro, empezó a ser en color, pero de un color muy raro, en tonos rojizos. El resplandor rojo de la televisión llenó el salón. Entonces, el anciano protagonista de la película gritó: "Estoy aquí", mirándonos de frente. No parecía una película. Parecía real. El anciano volvió a gritar: "Abrid la puerta". No podía moverme. Ninguno nos movimos. "Abrid la puerta", dijo otra vez. Me levanté y abrí la puerta. No me vais a creer pero allí estaba el anciano. Cerré de golpe.
