El puñetero de mi amo, por no llamarle otra cosa peor, me tenía atado a una encina y me estaba dando una paliza con un pretina de cuero, cuando apareció un viejo de barba blanca diciendo no sé qué. La verdad es que casi no se le entendía porque hablaba en castellano antiguo. Consiguió que mi amo me desatara y prometiera pagarme lo que me debía pero mis temores se cumplieron y, cuando el viejo se marchó, me ató otra vez y me molió a palos.